REALISMO EN ESPAÑA
LITERATURA |
Verosimilitud. Es importante que los personajes, el argumento y el lenguaje sean creíbles, como un espejo de la realidad. Los realistas hacen hincapié en la mimesis, la imitación de la vida que el escritor logra a través de la observación minuciosa de la sociedad, la gente, su habla y sus costumbres.
Descripción detallada. No se deja nada a la imaginación. Los escritores describen las fisonomías de los personajes, sus personalidades, su debilidades, sus fortalezas, su vestidura, sus viviendas, su lenguaje, sus almas, etc.
Preferencia por un narrador omnisciente. Para describir a los personajes y sucesos con tanto detalle, el narrador no puede ser otro que omnisciente (que está enterado de todo, hasta de los pensamientos de los personajes).
Compromiso social. Algunos escritores incorporan al argumento ciertas posturas, sean políticas o religiosas. Por ende, prefirieron las novelas de tesis. Sin embargo, por tanto enfatizar estas posturas, en algunas de estas obras los personajes aparecen como estereotipos maniqueístas.
Estilo directo y natural. Los escritores realistas dejan atrás la grandilocuencia de los románticos. Buscan la naturalidad de la expresión y hasta emplean coloquialismos en el diálogo de los personajes.
Algunas obras del Realismo:
La Fontana de Oro (1870), Galdós
El audaz (1871), Galdós Pepita Jiménez (1874), Valera Doña Perfecta (1876), Galdós De tal palo, tal astilla (1880), Pereda La Regenta (1884-85), Clarín Fortunata y Jacinta (1886-87), Galdós Su único hijo (1890), Clarín Ejemplo textual del Realismo:
Se puede apreciar la descripción detallada en este fragmento de Su único hijo, de Leopoldo Alas "Clarín":
Bonifacio era un hombre pacífico, suave, moroso, muy sentimental, muy tierno de corazón, maniático de la música y de las historias maravillosas, buen parroquiano del gabinete de lectura de alquiler que había en el pueblo. Era guapo a los románticos, de estatura regular, rostro ovalado pálido, de hermosa cabellera castaña, fina y con bucles, pie pequeño, buena pierna, esbelto, delgado, y vestía bien, sin afectación, su ropa humilde, no del todo mal cortada. No servía para ninguna clase de trabajo serio y constante; tenía preciosa letra, muy delicada en los perfiles, pero tardaba mucho en llenar una hoja de papel, y su ortografía era extremadamente caprichosa y fantástica; es decir, no era ortografía. Escribía con mayúsculas las palabras a que él daba mucha importancia, como eran: amor, caridad, dulzura perdón, época, otoño, erudito, suave, música, novia, apetito y otras varias.
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